
¿A quién le gustaría compartir su habitación con dos cabezas de elefante disecadas? ¿Quién no ha sentido en algún momento de la noche, cuando la oscuridad aletea por la habitación, un terrible deseo de meter la cabeza bajo las sábanas? ¿Y quién se atrevería a plantarle cara a un león hambriento? A Gervasio no le queda más remedio que enfrentarse con todas estas situaciones.
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